Emperadores
Hoy mi madre acordó la venta de Marco Bruto. Marco Bruto es una casa que ella compro hace ya casi 30 años, modesta, Chiquita, con 2 niveles, y a 2 calles de Julio Cesar, donde yo vivía. Mis casas tenían el nombre de las calles donde se implantaban, haciéndome así dueña a largo y ancho de ambos emperadores.
A Julio Cesar me mude con casi 12 años. Por mucho tiempo no teníamos muebles, teníamos los de mi dormitorio, y calculo que en los de mi madre y padre, pero no había nada en el estar/comedor. Cuando fue mi primer cumpleaños, al poco tiempo de habernos mudado a Montevideo desde Madrid, donde crecí, invité a mis colegas de clase a celebrarlo con una baile, como se estilaba en aquel entonces. Fue un fracaso. Tenia 3 canciones grabadas en un casete, que creo al poco de escucharlas se engancho la cinta, luego pusimos la radio, las luces estaban encendidas, los niños sentados en el suelo, y yo solo vi la cara del niño que era amigo de mi padre. Mientras se quejaba de aburrimiento. Fue horrible. Tras ese fracaso, me he dedicado a celebrar fiestas divertidísimas, donde los invitados bailan hasta el amanecer y se la pasan pipa. Cuando era estudiante, con una de mis grandes amigas, organizamos una fiesta para mi cumpleaños en una casa en las afueras de Montevideo que pertenecía a su familia, y aquel momento estaba vacía. Invitamos a nuestros amigos y amigas en común, a los que eran de ella y a los míos, a mis compis de Bellas Artes. Decir que fue increíble es poco, fue legendaria.
Volviendo a Marco Bruto, y a la pena que me aqueja hoy, resulta que mi madre acordó su venta. Y a mí, se me vienen las imágenes como película de Hollywood cuando, rápidamente, quieren en 3 minutos mostrarte otra versión del final de la película. En este caso, yo me acorde de su historia, de nuestra historia. La primera foto es con mis colegas y en aquel entonces buenos amigos, Álvaro y Sebastián, con quienes cerramos un agujero con una losa, le pusimos los hierros, levantamos paredes, pintamos paredes y suelo y comimos el primer asado que yo cocine solita con instrucción de Seba. Me quedo rico.
Me acuerdo de como decore la casita con una terraza preciosa para hacerla un hogar, que tenia un fregadero-pileta de baño, que el inodoro compartía el espacio con la ducha, que todo estaba pensado, versión pobre a la uruguaya, cual capsula habitacional japonesa. En mis 8 tatamis viví por un tiempo con Gustavo, pobre hombre a quien debo haber causado algún tipo de herida irreparable, pero yo aun quiero mucho. Antes, en el tiempo de separaciones heche a gritos a mi exnovio, quien había venido de visita desde Europa y no se le ocurrió mejor idea que quedarse conmigo, mientras en una noche gastaba el presupuesto del mes. Me acuerdo, también, en el medio, una aventura fugaz con un representante de mi Edipo galopante, al poco de perder a mi padre.
Otra imagen bonita es de mis amigas, esas mujeres de hierro, talentosas, hermosas, traerme un pescado, es más, veo a Rosina subiendo las escaleras, con un paquete sostenido en ambas manos, todas juntas viniendo a animarme, porque se había muerto mi papa, y con él algo dentro mío. Yo he sido una amiga terrible, y me esfuerzo para que a la distancia, aun me quieran, y cada día, las valoro más, y me siento tan orgullosa de llamar a esas mujeres increíbles mis amigas.
Me acuerdo también el frio que hacía, la humedad y la mala construcción heredada y sin presupuesto para ser mejorada. Me acuerdo mi frustración como arquitecta, casi recibida, sabiendo como se hacían las cosas, pero sin el capital para hacerlo. De la crisis en la que se apago la ciudad, de ir a trabajar al estudio y pasear por la obra del Paseo Piera con la Embajada de USA, de las pocas obras en marcha, y de allí volver a mi casita, húmeda y chiquita.
Me acuerdo de los muchos asados, me acuerdo de mirar películas en esa azotea maravillosa que atesoraba muchas de las plantas del piso de Julia Elena y Leandro, que herede cuando Julia Elena vino a cerrar el piso de Montevideo. Me acuerdo de Santi y Laura, la de noches que estaban conmigo, esos amigos que te apoyan y contigo se quedan, de Santi y Gustavo jugando ajedrez, de los asados con tele, del amor de esas amistades que una vez que son, lo son para siempre.
Me acuerdo, a mis 50 años, que en cada rincón de esa ciudad hay una anécdota, y ante todo, hay mucho amor y cariño.
Ahora, a mis 50 años, donde cuento mas errores que aciertos, me doy cuenta que nací en un país hermoso, chiquito, pobre y con problemas, pero hermoso. Que tuve la mala suerte de hacerlo durante un periodo de odio y violencia, que tuvimos que irnos, y como otros muchos de los niños y niñas que crecieron fuera, quedamos con la patria entrecortada y la identidad confundida.
Hoy, en mi casa en el barrio de Salamanca, si casa, yo en Madrid crecí en un piso en Aluche, y ahora vivo en Salamanca en una casa, recuerdo que pase una vida pensando que lo que tenia no era suficiente, no era bueno, y que era poca cosa, era fea y gorda comparada a mis primas hermosas, mi casa era desalineada y pequeña, comparada con la de casi todos mis amigas y amigos, de colegio privado, o de mi familia de apellido, era lista, eso sí, pero también me intimidaba ser más que otros.
Nada de lo que yo era o tenía parecía nunca ser suficiente. Y así me lance al mundo con un lápiz mecánico y la poca ropa que cabe en una maleta, a aceptar un trabajo ofrecido por un hombre insoportable en una ciudad donde no se me perdió nada, pero con ansia de aventura y cambio, de conocer, de ver. Así, vivi en USA, en Londres, en Berlín y ahora en Madrid.
Hoy, me doy cuenta de lo mucho que tuve, si, mi padre y madre tuvieron una relación horrenda que repercutió en mi vida y la de mi hermana, sobre todo porque por muchos años no conocimos otras familia, pero de repente, a mis casi 12años, descubrí primos y primas, tías y tíos, amigos y amigas de la familia, los propios, un país cálido, que quiere con ganas, que le gusta celebrar a lo grande, los cumpleaños, las bodas, que es viernes, sábado o martes, un país que nos recibió con besos, con cariño, si existe gente fea y mala y amargada, pero casi todos están llenos de amor. Que perdí demasiados años de mi vida con una pareja amargada, enojada con el mundo
Hoy por fin, a mis 50 años, sentada en mi casa en Madrid, la ciudad que me vio crecer y me dio refugio, me doy cuenta que soy Uruguaya, una en 3.5 millones, conocer a una uruguaya es casi como conocer a un unicornio, somos poquit@s, pero bonit@s 😊, soy una unicornio, uruguaya, con pasaporte español, ascendencia alemana, vasca y griega,
Y llegado a este punto, te preguntaras a cuenta de que he leído esto, pues nada, para saber, que suerte tiene quien tiene una patria, donde puede quedarse a vivir, suerte tiene quien esta orgulloso de lo que tiene y lo que ha conseguido, suerte tiene quien se enamora y es reciproco, suerte tiene quien tiene una familia a quien quiere, suerte tiene quien tiene un techo, quien tiene comida calentita para llevarse a la panza, quien cumple sueños, los propios, no los inventados, suerte tiene quien orgulloso es de quien es y de donde es.
Viva Uruguay.
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